Historia de la literatura

En el campo de la crítica  y la historia de la literatura 

 

Después de haber escrito, durante sus estudios de literaturas  clásicas en el Instituto Superior de Humanidades Clásicas que regentaba el prestigioso humanista P. Aurelio Espinosa Pólit, S. I., algunos ensayos sobre obras y autores latinos y griegos, que el autor  ha preferido mantener inéditos, como profesor de literatura en el colegio «San Gabriel» de Quito, escribió textos críticos sobre grandes novelas del siglo XX y sobre autores y obras que por alguna razón concitaban interés del público. Así uno sobre Pasternak, con motivo de su Premio Nobel. Se publicaron en diversas revistas del medio.  «El Comercio» de Quito publicó artículos como «Presencia del Padre Aurelio Espinosa Pólit» (29 enero 1961) o «Liliana y Lautaro, dos creaciones de «La Llave del Abismo» ( 13 agosto 1961).

Cuando viaja a España a realizar estudios de Teología y materias afines en la Pontificia Universidad de Comillas es invitado a  escribir artículos de crítica literaria en la revista de la Universidad «Humanidades». Allí aparecen importantes textos críticos como el largo ensayo «Los Hermanos Karamasovi un himno a la alegría» (No. 34, 34 pgs) o «La novela nueva llamada a juicio» (No  34, 11 pgs).

«Cuadernos Hispanoamericanos» publica su panorámica «Teatro Ecuatoriano» (abril 1964, 39 pgs), primer artículo sobre teatro ecuatoriano aparecido en España.

Su ensayo «Sobre libros prohibidos», publicado en «La Estafeta Literaria» (No 275, septiembre 1963), y el que seguiría «Los libros buenos y malos y la edad juvenil» (No  312, febrero 1965) provocan descomunal escándalo en la España franquista, donde aún estaban vigentes rígidas censuras eclesiásticas de libros y lecturas.

El prestigio que le han valido publicaciones como estas hacen que se le invite a formar parte del grupo de críticos y estudiosos de la literatura, el arte y  el cine que preparaban la aparición de la revista «Reseña», que apuntaba a ser para públicos de España e Hispanoamérica lo que era la revista «Letture» de los jesuitas italianos: revisión crítica periódica de literatura y artes. «Reseña» le encarga la sección latinoamericana, y allí hace la presentación para España de las grandes novedades de la novela latinoamericana. Los suyos de «Reseña» son o los primeros o de los primeros  comentarios aparecidos en España sobre La ciudad y los perros de Vargas Llosa (abril 1964) El Señor Presidente de Asturias (octubre 1964), Rayuela de Julio Cortázar (junio 1966), Gestos de Severo Sarduy (abril 1965), y otros. Su comentario de Leyendas hispanoamericanas de García Nieto y Tomás Comes (diciembre 1964) es un verdadero ensayo sobre la leyenda misma y la leyenda hispanoamericana

Para el ensayo largo que abría cada número de «Reseña» escribe «Pablo Antonio Cuadra, poeta cristiano de América» (junio 1965) y un paralelo entre la novela indigenista ecuatoriana «Huasipungo» y la modernista argentina «Don Segundo Sombra».

De vuelta en Quito, en 1966, cuando se vincula con el diario quiteño «El Tiempo», se le encarga una página cultural diaria. En ella crea una sección, que aparecía los lunes, titulada «El libro de la semana» y dedicada al libro más importante aparecido en esa semana, preferentemente de literatura y nacional. Por más que algunas de sus críticas pareciesen duras, la columna es recibida con beneplácito porque según no pocos autores -como el novelista Pedro Jorge Vera- en el país no había crítica rigurosa y casi ni se hacía crítica. El Departamento de Extensión Cultural del Concejo Municipal de Cuenca reúne algunos de esos comentarios dedicados a autores cuencanos en el libro Señales del Sur (1970). En él el editor, el escritor Hugo Darquea, escribe: «Hernán Rodríguez Castelo es, en la actualidad, el talento crítico de mayor lucidez en el Ecuador».

En la página editorial del diario «El Tiempo»  mantiene, además, la columna semanal «Microensayo». Muchos de esos microensayos lo fueron de crítica de obras y autores nacionales y extranjeros. Así los dedicados a la literatura infantil, aún no reconocida en toda su importancia en Ecuador: «Tres vertientes de la gran literatura infantil contemporánea» y «Gran literatura contemporánea para niños». Otros hicieron crítica de obras del Ecuador, Latinoamérica y el mundo, al estilo de «¿La novela de los nuevos curas?» (14 octubre 1978). Son decenas, acaso centenares, de pequeños ensayos que no han perdido nada de su actualidad.

En «El Tiempo» escribe también otros textos críticos más largos, como «Gangotena, Escudero y Carrera Andrade: tres cumbres del siglo» (19 noviembre 1972) -que consagró a esos tres poetas como los más grandes de la lírica ecuatoriana del siglo, opinión generalizada desde entonces-, «El libro ecuatoriano en el año del libro» (14 enero 1973), «Tomas Mann, el novelista» (I parte, 13 julio 1975: II, 20 julio 1975), «La lírica femenina ecuatoriana» (I parte 24 agosto 1975; II, 31 agosto 1975), «Lírica ecuatoriana. Primer balance de la  generación de 1950» (19 noviembre 1978).

En su columna periodística «Idioma y Estilo» algunas veces dedicó series de esa columna a grandes obras y autores. Así a Platero y yo y a Benjamín Carrión cuando murió: «Benjamín Carrión, el suscitador y el consagrador», “Benjamín Carrión, el crítico», «Benjamín Carrión, el ensayista»,  «Benjamín Carrión, el prosista y su estilo» y «La más alta y total lección del prosista y el hombre»  («Idioma y Estilo», artículos 1634-1639, «Expreso» marzo-abril 1979).

Para «Expreso» de Guayaquil crea la columna «De Libros y gentes», que dedica con frecuencia a crítica de autores y obras. Así, p. e., «Mi Dostoyevski» (27 diciembre 1981), «La última novela de Vargas Llosa» (dos partes, diciembre 1982), «Cuentos infantiles de nuestra América» (14 abril 1985), «La novela del «Rómulo Gallegos» 1989″ (1 enero 1991) o «Simbad salió de Bassra» (24 enero 1990), y en el suplemento  del  diario publica también textos críticos: «El gran libro de lírica del 82» (en «Semana» de «Expreso», 20 marzo 1983)

Con motivo del sesquicentenario de la República publica en la revista «Mensajero» el largo ensayo «150 años de literatura ecuatoriana» (dos entregas, mayo 1972).

Elegido Miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, comienza a publicar textos críticos y de historia de la literatura en su órgano «Memorias de la Academia Ecuatoriana Correspondiente de la Española»: «La «Historia del Reyno de Quito», obra maestra de la narrativa» («Memorias», 33, 1972, pags. 4-25), «Velasco Ibarra, el orador» («Memorias», 51, 52, 53, enero-diciembre 1974, pgs. 183-204).

Publica también estudios histórico-críticos en el «Boletín de la Academia Nacional de Historia», Academia de la que fue Miembro: «El siglo XVIII quiteño» («Boletín» 126, julio-diciembre 1975, pags. 78-94), «La guayaquileña Catalina de Jesús Herrera, religiosa de coro del monasterio de Santa Catalina de Siena» («Boletín», 129-130, enero-diciembre 1977, pags, 143-184), «Don Ignacio Flores sin novela  y un académico de la historia» («Boletín», 139-140, enero-diciembre 1982, pags. 277-283).

Importantes periódicos de América le publican ensayos de crítica literaria -a más de numerosos de crítica de artes visuales-: «Yo, el Supremo» («La Prensa», Lima, 25 diciembre 1976), «Autora de «Memorias de Adriano» está ahora entre los inmortales» («Última Hora», La Paz, 23 mayo 1981).

En 1971, con el empresario guayaquileño Tomás Rivas Mariscal, asume la que Benjamín Carrión llamó «la más grande proeza intelectual»: la  publicación a semana seguida de los cien volúmenes de la «Biblioteca de Autores Ecuatorianos» de «Clásicos Ariel». La selección de las obras, la elaboración de los volúmenes antológicos (de lírica, cuento, teatro, oratoria), así como la escritura de los textos introductorios de cada volumen significan la más sostenida, rigurosa y penetrante tarea de crítica literaria que se hubiese emprendido en el Ecuador. Los estudios preliminares se extendieron con frecuencia a decenas de páginas. En el número 1, ese estudio fue sobre la «Historia del Reino de Quito» del P. Juan de Velasco, obra pionera y clásica de la historiografía ecuatoriana. «Analiza,  mejor que cuantos lo hicieron antes, de manera magistral, la obra admirable de Velasco y principalmente su forma de narrar, su estilo y lenguaje» -escribió el gran historiador Carlos Manuel Larrea.

Otros ensayos críticos importantes fueron los dedicados a los «Cuentos» de José de la Cuadra (N. 2), «Capítulos que se le olvidaron a Cervantes» de Juan Montalvo (N. 3), «A la Costa» de Luis A. Martínez (N. 4), «Don Goyo» de Demetrio Aguilera Malta (N. 6), el estudio «La generación romántica» en «Poetas románticos» (N. 9), «Novelitas ecuatorianas» de Juan León Mera (N. 10), «El éxodo de Yangana» de Ángel F. Rojas (N. 12), «Cumandá» de Juan León Mera (N. 16), «Cosas de mi tierra» de José Antonio Campos (N. 19), «Para matar el gusano» de José Rafael Bustamante (N. 21), «Leyenda de Hernán» de Remigio Crespo Toral (N. 24), «Los animales puros» de Pedro Jorge Vera (N. 26), «Los que se van» de Joaquín Gallegos Lara, Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta (N. 30), «Manuela Sáenz» de Alfonso Rumazo (N. 323), «El árbol del bien y del mal» de Medardo Ángel Silva (N. 33), «El chulla Romero y Flores» de Jorge Icaza (N. 37), «Atahualpa» de Benjamín Carrión (N. 38), «Poesías escogidas» de José Joaquín Olmedo (N. 40), «Crónicas del Guayaquil antiguo» de Modesto Chávez Franco (N. 41), «Las pequeñas estaturas» de Alfredo Pareja Diezcanseco (N. 47), «Artículos de costumbres» de José Modesto Espinosa (N. 52), «Pacho Villamar» de Roberto Andrade (N. 54), «El nuevo Luciano de Quito» de Eugenio Espejo (N. 56), «Otros modernistas» (N. 57) (con estudios críticos de los poetas Noboa y Caamaño,  Arturo Borja, Humberto Fierro, Alfonso Moreno Mora y José María Egas), «Nuestro pan» de Enrique Gil Gilbert (N. 59), «Biografías y semblanzas» de Manuel J. Calle (N. 64), «Las Catilinarias» de Juan Montalvo (N. 65), «Argonautas de la selva» de Leopoldo Benítez Vinueza (N. 69), «Obras escogidas» de Fray Vicente Solano (N. 7) («El estudio preliminar persigue tenazmente la figura, el espíritu y la prosa de tan sugestivo personaje»), «Discursos en las Cortes de Cádiz» de José Mejía Lequerica (N. 75), «La tierra de cristal obscurecida» de Atanasio Viteri (N. 78), «Historia del Ecuador» de Pedro Fermín Cevallos (N. 79), «La espina» de Alejandro Carrión (N. 82), «Linterna mágica» de José Antonio Campos (N. 84), «Los otros postmodernistas» (N. 89) (Con estudios críticos de Wenceslao Pareja,  José Antonio Falconí Villagómez, Remigio Romero y Cordero,. Hugo Mayo, Miguel Ángel Zambrano, Hugo Alemán, Miguel Ángel León,  Aurora Estrada, Augusto Arias, Abel Romeo Castillo, G. H. Mata, César Andrade Cordero, Manuel Agustín Aguirre, José Rumazo y Jorge Reyes), «Los de Elan y una voz grande» (N.90) (En que se destaca el largo y penetrante ensayo crítico sobre César Dávila Andrade, aunque son sugestivos sus estudios de los otros poetas: Sacoto Arias, Lasso, Suárez Veintimilla, Robayo, Atanasio Viteri, Llerena, Vacas Gómez, Jorge Guerrero, Adalberto Ortiz, Bazante, Alejandro Carrión, Pedro Jorge Vera, Estupiñán Bass y Alejandro Gómez), «Cuento del XIX y Timoleón Coloma» (N. 95) (Estudio del nacimiento y primer desarrollo del cuento ecuatoriano a través de dos generaciones literarias del  siglo XIX), «Gobierno eclesiástico pacífico» de Fray Gaspar de Villarroel (N. 99).

Los estudios introductorios de los cuatro tomos dedicados al teatro ecuatoriano constituyen la mejor historia de ese teatro y crítica de las obras incluidas en esos volúmenes: I. Arengas – Sainete del mercachifle – Receta para viajar (N. 17), II: Teatro de los poetas: Paralelogramo, Velorio del albañil, La furiosa manzanera (N. 36), III: Teatro social: Flagelo, El tigre, El dios de la selva, Infierno negro (N. 56), IV: teatro contemporáneo: En los ojos vacíos de la gente, Q. E. P. D., Casandra, el payaso y el vagabundo, Un extraño en la niebla (N. 98)

El N. 100 de la Biblioteca fue una obra de Hernán Rodríguez:  Literatura ecuatoriana. Pero solo alcanzó a tratar la literatura precolombina, la literatura del siglo XVI y el comienzo de la del siglo XVII. Continuar esa historia de la literatura ecuatoriana sería la mayor empresa del historiador y del crítico. En 1980 apareció en un volumen de 583 páginas la  tercera parte de esta «Historia general y crítica de la Literatura Ecuatoriana»: Literatura en la Audiencia de Quito. El siglo XVII. En 2002 salió la cuarta parte: Literatura en la Audiencia de Quito. El siglo XVIII (2. vls., 1592 pgs.). Esta historia crítica, que se ocupa, de modo exhaustivo y  con gran rigor, de autores de los que nadie había dicho nada y de otros de quienes se dijeron cosas muy breves y superficiales, y dedica a autores y obras fundamentales largos y penetrantes capítulos, ha sido calificada de «Monumental «( Simón Espinosa, Patricio Quevedo, Marco Antonio Rodríguez). Los tomos del siglo XVIII recibieron el premio «José Mejía Lequerica» a la mejor obra de historia del año.

En HISTORIAS DE LAS LITERATURAS DEL ECUADOR. No. 8, Literatura de la República 1960-2000 (segunda parte)  Carol Murillo Ruiz, destaca la obra crítica de Rodríguez Castelo como una de las dos más importantes del tiempo. Destaca algunos trabajos y conluye:  “Pero es quizá  Literatura en la Audiencia de Quito. El siglo XVII y Literatura en la Audiencia de Quito. El siglo XVIII su más contundente obra investigativa”.

Para la estudiosa, la “la finalidad de Rodríguez Castelo, de hacedor de una cartografía literaria del país, se cumple en demasía”

Esta «Historia general y crítica de la literatura ecuatoriana» le abrió las puertas de la Academia Nacional de Historia. El criterio que presidía estas calas en la historia desde la literatura y, a la vez, iluminaciones de los textos literarios por el marco histórico, lo desplegó en su discurso de ingreso en la Academia: «La literatura, iluminación profunda de la historia» (publicado en el «Boletín de la Academia Nacional de Historia», ns. 159-160, enero-diciembre 1992)

Sus estudios de la literatura colonial quiteña -y en especial del gran poeta Juan Bautista Aguirre- interesan vivamente al gran intelectual Ángel Rama, quien le pide que prepare un tomo para la Biblioteca Ayacucho. Aparece ese volumen, como el 112 (1984): Letras en la Audiencia de Quito (Período jesuítico), con largo ensayo introductorio «Sociedad y literatura en la Audiencia de Quito». Ese ensayo sería incluido en la antología Crítica literaria ecuatoriana. Hacia un nuevo siglo (Quito, 2001, pgs. 57-141)

Continúa publicando libros de crítica literaria: Benjamín Carrión, el hombre y el escritor (1979), 1969-1979 diez años de cultura en el Ecuador (1980), Habla y estilo de Bolívar (1981).

«Cultura», la revista del Banco Central, publica, en su número 3 (enero-abril 1979), su largo ensayo «La lírica ecuatoriana en la segunda mitad del siglo XX» (Pgs. 201-262), estudio de la lírica del período con rigurosa aplicación del método generacional. Fue su ponencia en el Encuentro de Escritores del año anterior.

Círculo de Lectores Ecuador publica en Bogotá una obra fundamental para la literatura ecuatoriana del siglo: los dos tomos de Lírica Ecuatoriana Contemporánea (1980).  Análisis crítico de la trayectoria de los poetas de las dos últimas generaciones literarias ecuatorianas, precedido de una amplia visión panorámica de la poesía ecuatoriana del siglo. La obra no ha sido superada y sigue siendo instrumento fundamental para el conocimiento y penetración en la literatura ecuatoriana del siglo XX.

En 1994  dirige la colección «Joyas de la Literatura Ecuatoriana» de Círculo de Lectores. Elige las obras, escribe los estudios introductorios de algunos volúmenes y prepara el tomo de la colección Antología de la poesía ecuatoriana, rica de comentarios críticos de períodos y autores.

Literatura ecuatoriana 1830-1980 (1980) es una visión de la literatura ecuatoriana en los primeros ciento cincuenta años de república, generación por generación, con  breve juicio crítico de los principales actores de esa literatura.

Su interés por la literatura infantil lo había llevado, en sus años españoles, a hacer crítica de las obras de esa literatura que empezaban a llamar la atención en España. En el largo ensayo escrito para «Humanidades», la revista de la Universidad de Comillas, «Nuevos grandes libros para niños», tras una primera parte en que se ofrece una amplia visión de esa literatura desde sus primeras manifestaciones hasta el presente, hizo largo ensayo crítico de Rasmus y el vagabundo de Astrid Lindgren, y estudió  otras obras de literatura infantil de Europa y España.

Ya en América, designado representante del Ecuador al Congreso organizado en Panamá para honrar la memoria de Andrés Bello, en 1981, presentó como ponencia una propuesta de marco teórico para el estudio y crítica de la literatura infantil. Pero, al ser el tema tan fundamental, y a la par tan complejo y rico, llevó al Congreso todo un libro sobre el mismo tema: Claves y secretos de la literatura infantil y juvenil (Poética, Estética, Retórica y Ética). El libro fue acogido calurosamente y, llevado a sus países por los asistentes al encuentro, se convirtió en guía indispensable para aproximaciones a la literatura infantil y juvenil en América Latina.

A “El camino del lector”. Guía de lectura. 2.600 libros de narrativa. Catálogo selectivo, crítico y comentado de lecturas de placer y diversión. Por niveles de edad desde los primeros pasos del lector hasta la madurez del lector juvenil (6 a 18 años) según categorías literarias y psicológicas (2 tomos, 974 pgs., 1988), el prestigioso editorialista de «El Comercio»  Patricio Quevedo se refirió como a «la mayor hazaña de lectura y análisis, que, presumiblemente, se debe a una sola persona en lengua castellana» («El Comercio», Quito, 30 mayo 2000), una verdadera historia de la literatura universal, solo que por escalones según su complejidad para el lector. Como para el autor la madurez del lector no es cosa cronológica, sino cultural, el libro presenta los mayores autores de las grandes literaturas del mundo, incluida la nueva literatura latinoamericana -hasta llegar a Proust, Joyce, Carlos Fuentes y Lezama Lima-, con rigurosos y extensos análisis críticos de sus obras. Por ello la monumental obra, de especial importancia para guiar lecturas de niños y jóvenes, resulta uno de los trabajos más ambiciosos y logrados del crítico literario.

Se abrió otro espacio a su tarea crítica de la literatura infantil y juvenil  cuando se hizo cargo, en 1983, del suplemento infantil del diario guayaquileño «Meridiano». En esa revista semanal, llamada «Caperucito», presentó semana a semana, con comentarios críticos al alcance de maestros y aun de pequeños lectores, un gran libro de literatura infantil de los clásicos a los últimos, y en la sección «Un poema y tú» entregó una poesía para niños con breve biografía del poeta y pequeño comentario crítico del poema. En forma de folletín publicó textos largos como «Wagner, el último gran romántico» (del número 1 al 32, agosto 1983 a marzo 1984) o «El cuento de la vida de Andersen» (del número 29 al 36, marzo-abril 1984).

Estas tareas de crítica de la literatura infantil universal, americana y ecuatoriana se completarían con otras obras a las que se atiende en capítulo IV siguientes  obras:

Charles Perrault. Cuentos, publicado para conmemorar el tercer centenario de la aparición del clásico. Traducción de los cuentos, discusión de  su problemática y análisis crítico (1997).

El fascinante mundo de la literatura infantil y juvenil, publicado en 2007, dentro de la Campaña Nacional Eugenio Espejo por el libro y la Lectura.

Historia de la literatura infantil y juvenil, editado por la Universidad Técnica Particular de Loja, dentro del programa de su Maestría en Literatura infantil (2011).

Análisis de las obras clásicas de la literatura infantil y juvenil, editado también  por la Universidad Técnica Particular de Loja, dentro del programa de Maestría en Literatura Infantil y Juvenil (2011) (Titulado originalmente Análisis y crítica de la literatura infantil y juvenil, y es un pequeño tratado para guiar el trabajo  crítico de esa literatura).

En Los cuentos más bellos del mundo (2011) traduce, presenta la vida del autor y otros contextos y hace análisis  estilístico, de su génesis y de sus significados profundos de los cuentos «Cenicienta» de Charles Perrault, «Hansel y Gretel» de Jacob y Wilhelm Grimm, «Bella y la Bestia» de Jeanne Marie Leprince de Beaumont, «La Sirenita» de  Hans Christian Andersen y «El príncipe feliz» de Oscar Wilde  (583 pgs).

En 2005 hizo una amplia panorámica histórico-crítica sobre el período en que iba a instalar la nueva parte de su Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana: 1800-1860 en el mundo y en América Latina.

En 2007 comienza a publicar libros sobre grandes autores ecuatorianos del período 1800-1860. A una biografía especialmente documentada y rigurosa, titulada «La vida y la obra en la vida», sigue, como una segunda parte, un análisis de crítica formal y hermenéutica de su escritura. Hasta el momento se han publicado estos volúmenes:

Pedro Moncayo (2007)

Benigno Malo (2008)

Francisco Xavier Aguirre Abad (2008)

Olmedo, el hombre y el escritor (2009)

Vicente Rocafuerte (2010)

Manuela Sáenz (2011)

Mejía, voz grande en las Cortes de Cádiz (2012)

Con ocasión del bicentenario del movimiento libertario quiteño, del 10 de agosto de 1809, publica Lírica de la Revolución Quiteña de 1809-1812 (2009).

Y hace largos estudios histórico-críticos de la escritura de grandes figuras de los próceres de Agosto: «Miguel Antonio Rodríguez, la escritura  de uno de los grandes de Agosto» («Memorias de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, N. 67, 2007); «La escritura de los hombres de Agosto» («Boletín de la Academia Nacional de Historia», N. 181, 2009)  y «Manuel Rodríguez de Quiroga» («Boletín de la Academia Nacional de Historia», N. 183, 2010). Y dedica un ensayo crítico a La Camila de Fray Camilo Henríquez: «La obra de teatro que se escribió tras el 2 de Agosto trágico» («Boletín de la Academia Nacional de Historia», n. 184, 2011).

Su libro sobre Mejía se presentó en el acto con que la Academia Nacional de Historia del Ecuador conmemoró los 200 años de la primera Constitución de Quito (febrero de 2012).

El primer volumen de la «Biblioteca de Lingüística Ecuatoriana» de la Academia Ecuatoriana de la Lengua es su edición del Breve catálogo de errores en orden a la  lengua i al lenguaje castellano de Pedro Fermín Cevallos. Se hace allí una edición crítica de la obra, compulsando las seis ediciones diferentes aparecidas en vida del autor, se presenta una documentada biografía del autor y se hace un análisis literario de su prosa en otras obras y lingüístico del trabajo lexicográfico del Breve Catálogo (2008, 383 pgs).

Dado el peso de su palabra crítica, se le invita a coloquios, congresos y a presentar libros (presenta en Quito, invitado por la editorial «La Oveja Negra», El amor en los tiempos del cólera de García Márquez). De entre numerosos textos críticos publicados cabe destacar estos:

«Lírica ecuatoriana: los últimos treinta años» en La literatura ecuatoriana en los últimos 30 años (1950-1980) (1983).

«Alejandro Carrión en la Academia» (en «Memorias de la Academia Ecuatoriana de la Lengua», n. 55, 1986).

«El Espejo de Primicias de la «Cultura de Quito» «, ensayo preliminar de la edición facsimilar del primer periódico quiteño (Edición del Colegio de Periodistas de Pichincha, 1996, pgs. 9-156)

«Ramón Viescas, el lírico mayor del destierro  y gran figura de la prosa polémica» (1998).

«La prosa de Manuel J. Calle en la evolución de la prosa ecuatoriana» (en Visión actual de Manuel J. Calle, 1988, pgs. 141-188).

«La poesía ecuatoriana 1970-1981» (En «Revista Hispanoamericana», Nos. 144-145, diciembre 1988, pgs. 819-849)

«Alfredo Pareja Diezcanseco, novelista y hombre de letras» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», N. 58, 1990)

«La lírica en la década 1979-1989» (en «Letras del Ecuador», N. 172, 1990).

«Un jesuita en la Academia» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», N.  58, 1990).

«Un centenario. Maiakovski, el poeta de la revolución» («Revista Nacional de Cultura, N.1, noviembre 1993, pgs. 47-66).

«El humanismo de Aurelio Espinosa Pólit» («Revista Nacional de Cultura», N.3, 1994, pgs. 9-33)

«Lírica ecuatoriana contemporánea» (en «La poesía nueva en el mundo hispánico», Madrid, El Visor, 1994)

«Lectura de Juan León Mera» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», N. 61, 1997, pgs. 6-42).

«Nuestra primera académica» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», N. 165, 1997, pgs. 109-116).

«La generación del 98» (Revista «Diners», N.  196, 1998)

«Ángel F. Rojas, crítico literario e historiador de nuestra literatura» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», Ns. 64-65, 2003).

«El maravilloso cuento de los cuentos de Andersen» («El Búho», N. 12, 2005).

«Relectura de «Adán Buenosayres» (en Libro de amigos. Homenaje a Jorge  Salvador Lara, vol. II, 2005, pgs. 799-818).

«Los Capítulos que se le olvidaron a Cervantes: imitación sin humor de un humor inimitable» («Memorias de la Academia Ecuatoriana», N. 66,  2006)

«Pedro Fermín Cevallos, nuestro primer lingüista» («Podium», Guayaquil, N. 11, 2007)

«Jacinto Cordero Espinosa. Poesía dispersa» (en el libro de igual título, 2008)

«Ricardo Palma, plenitud de apropiación de la prosa castellana en América» (leído en el Instituto «Ricardo Palma» de Lima, publicado en Ecuador en «Memorias de la Academia Ecuatoriana», n. 68, 2008).

«La Galería de Místicos e insurgentes» de Jorge Carrera Andrade», largo ensayo escrito para la reedición del libro de igual título (2009).

«Solano, Dolores Veintimilla y la pena de muerte» (En Libro de homenaje a Plutarco Naranjo Vargas, 2010, pgs. 175-197).

«La oración fúnebre del 2 de agosto de 1811» («Boletín de la Academia Nacional de Historia», N. 185, 2011, pgs. 33-48)

«Vuelta a la región más transparente» («Vanguardia», mayo 2012)

En la colección de cuadernos mínimos de la Casa de la Cultura ecuatoriana han aparecido dos títulos suyos de crítica:

Del ensayo y la crítica. Palabra de pintores. Artistas de América de Marco Antonio Rodríguez (2010)

Sobre la novela histórica y una novela sobre los Agostos quiteños (2012)

 

Muy tempranamente intelectuales y escritores importantes reconocieron esta tarea crítica. «Algún día -cuando superemos  la doméstica estrechez de nuestro mundillo intelectual (cargado de temores reverenciales, envidias y horror ante lo nuevo)- los ecuatorianos tendremos que agradecer el aporte invaluable que ha realizado Hernán Rodríguez Castelo en favor del conocimiento y divulgación de nuestra literatura». Miguel Donoso Pareja, en el estudio preliminar de «Timoleón Coloma» (Edit. «El Conejo», 1984).

Rodolfo Pérez Pimentel, en su Diccionario biográfico del Ecuador (tomo V, 1988), lo reconoció «El crítico mayor de nuestra  contemporaneidad».

El gran intelectual, novelista, ensayista y estudioso de la literatura ecuatoriana, Alejandro Carrión,  escribió: «Don Isaac Barrera y don Hernán Rodríguez Castelo, creadores de nuestra historia de la literatura» (en su Antología general de la poesía ecuatoriana durante la colonia española).

Y Marco Antonio Rodríguez, en el cuadernillo que le dedicó la Casa de la Cultura Ecuatoriana Hernán Rodríguez. El hombre y su obra, tentó esta suma valorativa: «Pensadores, ensayistas, historiadores, narradores, artistas plásticos de todos los tiempos están en deuda impagable con Hernán Rodríguez Castelo. Su monumental Historia general y crítica de la literatura ecuatoriana, contenida en millares de páginas constará entre lo más encumbrado de nuestra cultura. Capítulos inéditos o subvalorados de nuestra nación, todas buidas de inteligencia y belleza, se erigen como soporte único de nuestra historia. Digo -y lo sustento- que Ecuador es más un quehacer que un logro, un trance de ser antes que una identidad. Obras como las de Hernán son aportes excepcionales para que cuajemos en nación».

Esta «Historia General y Crítica de la Literatura Ecuatoriana», reconocida ya como un clásico de la historia literaria y la crítica, y admirada como «monumental» por la vastedad de los estudios que dedica a autores y obras, ha culminado una nueva jornada. En el presente año, 2014,  aparece la quinta parte y primera del siglo XIX: Literatura Ecuatoriana: 1800-1860. Cinco tomos, de igual formato que los anteriores, con un total de más de tres mil páginas.

Y se sigue la inagotable tarea con la primera figura del prerromanticismo ecuatoriano. Pero al ser esta una figura de enormes dimensiones, de lo político a lo intelectual y literario, lo que parece haberse concebido como un primer capítulo de la siguiente parte de la «Historia General y Crítica», aparece como un libro de más de mil páginas: García Moreno.